Intervenció d'Adelina Escandell, membre del Comitè Executiu de Comunistes i senadora del grup ERC-EH Bildu, a la comissió de Ciència, Innovació i Universitats.

Buenas tardes, señor presidente, señoras y señores senadores.

Agradezco, en nombre de mi grupo, su presencia, su exposición, pero también su atenta escucha. Quiero agradecer también, antes de empezar, la participación de todas las personas que me han aportado su conocimiento y su experiencia para elaborar mi intervención: sectores del profesorado, del alumnado, sindicalistas, feministas, etcétera. Una servidora, que no ha sido profesora universitaria, pero que se ha pasado toda su vida, hasta su jubilación, trabajando en la enseñanza, quiere decirle que sintonizamos en la música. Si yo tuviera que definir qué es el sistema educativo, también diría que hay que poner en el centro al alumnado. Me ha gustado escuchárselo decir porque normalmente esta expresión queda para primaria, menos en secundaria y absolutamente fuera de lugar en la universidad. Por tanto, me ha gustado.

Celebro que el ministerio esté trabajando, como usted dice, de forma estrechamente coordinada con las universidades y también con las comunidades autónomas, con pleno respeto a las competencias autonómicas. También celebro que haya consultado a los representantes de toda la comunidad educativa, alumnado, sindicatos, consejos sociales, etcétera, y espero que sea real lo que usted ha manifestado en algunas ocasiones: que su política pretende buscar siempre el consenso.

Para empezar a hablar de la universidad, a mí me gustaría acordar, poner un marco de su función en el marco de esta sociedad del siglo XXI en el que nos encontramos, porque la educación es al mismo tiempo un derecho ciudadano del que hemos hablado, pero también es un bien público al servicio de la sociedad y asequible a toda ella. La Administración debe garantizar la igualdad de oportunidades y la provisión de los recursos necesarios para hacerla posible. Debemos exigir al sistema educativo la atención a las personas, la calidad académica y el compromiso social como agente de desarrollo personal y también de desarrollo socioeconómico colectivo.

En este marco, debemos entender la comunidad universitaria, ante todo, como eje vertebrador del desarrollo social e intelectual de la sociedad; debe aportar rigor y base científica a los debates de interés ciudadano; debe formar profesionales con una visión transversal interdisciplinaria. La universidad pública debe estar al servicio de una sociedad democrática y crítica. Para esto, la misma universidad debe fundamentarse en los principios de democracia, participación, transparencia y corresponsabilización entre los diferentes agentes educativos y miembros de la comunidad, educando para la colaboración y no la competitividad y debe educar, por supuesto, en los valores democráticos de igualdad, solidaridad, cohesión social, la cultura de la paz, la inclusión, la coeducación.

Usted decía que empezó su mandato en enero, y en marzo nos llegó el gran tsunami. Nos sumamos a valorar como muy positivo el esfuerzo del conjunto de las universidades, del profesorado, del alumnado y también del personal no docente, que demasiadas veces olvidamos, para adaptarse de un día para otro a esta nueva situación, pasar de una educación presencial a una virtual. Pero esto no nos tiene que hacer perder de vista que para muchos estudiantes y también para una parte importante del profesorado ha sido muy difícil seguir con el ritmo de clases, teniendo en cuenta que esta situación se ha producido en un sistema universitario con alta precarización del profesorado y grupos de estudiantes muy numerosos. Para que la educación telemática en condiciones sea provechosa, además de un ordenador y de una buena conexión, que sabemos que no en todo el Estado existe, se requiere de una situación personal y familiar de buenas condiciones espaciales, como usted explicaba perfectamente. Puedes tener un ordenador en casa, pero si tienen que trabajar el padre, la madre, los hermanos... es imposible; e igual sucede si no hay espacio suficiente. Es evidente que para los y las estudiantes de ambientes sociales más desfavorecidos, para los que seguir el curso presencial ya requeriría más esfuerzo, la adaptación ha sido especialmente difícil y complicada.

En este contexto —después hablaré de los estudiantes—, ¿se han planteado cómo contabilizar las horas extras del profesorado y no penalizar la disminución de la investigación debido al confinamiento, cierre de laboratorios y bibliotecas? Nos hemos encontrado en un escenario no contemplado en ningún convenio colectivo y, por tanto, sabemos que el conjunto del profesorado ha dedicado muchas más horas de las que tenía previsto dedicar. Veríamos interesante que el ministerio impulsara una evaluación específica para conocer de manera científica, porque estamos hablando de la universidad, las dificultades con que se ha encontrado el alumnado y el profesorado para adaptarse a la nueva situación. Algunas ideas que creemos que tendría que ir en esta evaluación: deberíamos conocer cómo la situación ha impactado especialmente en las profesoras, porque recientes estudios señalan que las mujeres han sido las más perjudicadas en este trabajo a distancia no solo por las dificultades para compaginar docencia y cuidados, sino también respecto a la investigación y publicación. A partir de un diagnóstico, tendrían que habilitarse los criterios de ponderación necesarios para neutralizar los efectos negativos que suponen en la carrera académica y en la evaluación futura asumir las responsabilidades de cuidados. Antes del inicio de esta pandemia ya teníamos un problema de desigualdad en la universidad. Por ejemplo, solo una de cada cinco mujeres ocupa cargos de dirección y cátedra. La crisis tampoco puede reforzar este techo de cristal en las profesoras o en las investigadoras.

También deberíamos saber el impacto real sobre los estudiantes: si han podido seguir el ritmo; si han abandonado en cantidad; si han dejado asignaturas pendientes. Usted ha hablado de no pagar la matrícula a los que habían renunciado anteriormente ¿pero se puede pensar en exámenes adicionales para aquellas asignaturas que se evalúe que más dificultad han presentado en esta adaptación vía online? También se tendría que evaluar el impacto de género respecto al estudiantado, porque sabemos, otra vez, que las mujeres tienen más responsabilidad en los trabajos de cuidados. También creemos que en este estudio se tendrían que analizar los costes en salud en docentes y estudiantes por sobreexposición a las pantallas y a partir de este conocimiento arbitrar las actuaciones necesarias para paliar los efectos. Podríamos poner más ejemplos, pero nos centramos en estos aspectos.

Celebramos la agilidad en la convalidación y homologación de títulos en aquellas figuras profesionales que nos eran, no necesarias, sino imprescindibles, el personal sanitario en su conjunto, pero nos gustaría que pudiéramos acelerar las que quedan pendientes, porque es evidente que entre nuestros vecinos y vecinas encontramos personas muy cualificadas que no pueden ejercer sus profesiones porque el trámite administrativo es eterno. También celebramos la agilidad en los cambios necesarios para la organización de las pruebas de selectividad. En este sentido, nosotros creemos que es positivo que cada comunidad autónoma la asuma; es su competencia y su responsabilidad.

Respecto al futuro, bien sea a corto o a más largo plazo, usted ha explicado que está trabajando también con las comunidades autónomas y las universidades en tipos de intervención diversos. En primer lugar, hay que dar respuesta a las dificultades económicas, sociales y psicológicas de los estudiantes como consecuencia de la crisis sanitaria. Por eso hablamos de becas en un nuevo marco de precios públicos de matrícula universitaria. Coincidimos absolutamente en que las becas se concedan por el nivel de renta y no por el mérito académico. En este sentido, pensamos que la beca es un derecho subjetivo, de modo que coincidimos con usted en que nadie debe quedarse sin ir a la universidad por razones de carencia económica de las familias o del estudiante. De todas maneras podríamos analizar quiénes consiguen llegar, porque usted sabe que en este país el abandono escolar —ya se lo comenté a la ministra de Educación— es uno de los problemas más grandes que tenemos; no se trata tanto de qué pasa con los que consiguen llegar a la universidad —ahí estamos de acuerdo con las becas—, sino de ver cómo resolvemos lo de quienes no llegan. No es su competencia (El señor ministro de Universidades, Castells Oliván: Pero sí), pero bueno, por decirlo no pierdo nada. Nos alegra esta noticia. Pero, por competencia, esta financiación compete a las comunidades autónomas, y en el caso de Cataluña, la rebaja de tasas y precios de las universidades que su ministerio ha marcado supondrá un sobrecoste, si no estoy equivocada, de más de 60 millones de euros respecto a lo que ya teníamos presupuestado. ¿Cómo tiene previsto el ministerio abordar esta situación? Porque es evidente que ya llevamos un déficit fiscal acumulado y que necesitamos ver cómo se resuelve este tema.

Otra cuestión para el próximo curso es trabajar conjuntamente para programar cómo se va a realizar la enseñanza, para adaptarse a los requisitos que nos marque la salud pública, si aparece otra pandemia. La experiencia de este año nos ayudará en este sentido. Por esto es tan importante la evaluación en profundidad de la que hablaba antes, para que no nos movamos por impresiones, sino por criterios y una evaluación científica. Pero no podemos caer en la tentación de que a partir de este momento la enseñanza universitaria pasará en su mayoría a ser no presencial, y no solo las prácticas, por ejemplo, Medicina; lo digo porque a veces suena la música de que usted es un férreo defensor de la enseñanza online. Hay aspectos interesantes en este tipo de enseñanza, es evidente —estamos en el Siglo XXI—, que debemos explorar más a fondo; pero la universidad tiene que ser contacto directo, conocimiento real de las relaciones —usted lo ha dicho—; debate en el aula, pero también en la cafetería, en el pasillo o a la salida de la biblioteca. Jaume Carbonell, que es un pedagogo de gran prestigio en el país, lo explica con estas palabras: «En el centro educativo se socializa la experiencia humana; es donde se forjan vínculos sociales y emocionales, y los dos son inseparables, a través de la palabra y del cuerpo, de la conversación, y de toda clase de manifestaciones gestuales y sensoriales». Con otras palabras, el escritor y filósofo Nuccio Ordine dice: «Ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un estudiante, solo los buenos profesores pueden hacerlo». Pero, además, la enseñanza online propicia la pérdida de sentido de comunidad, diluye la capacidad asociativa del profesorado y el estudiantado, fomentando, en cambio, el aislamiento, la competitividad, valores por los que aboga la sociedad liberal en la que este pensamiento es mayoritario.

Tenemos que hablar también de la penetración de las grandes corporaciones en este tipo de enseñanza, que no solo quieren imponer su dominio económico —el negocio es muy suculento—, sino también y especialmente el ideológico, tratando de colonizar la enseñanza mediante un pensamiento único. Por esto usted hablaba de la importancia de la formación digital del profesorado. Es cierto, pero no solo en los aspectos técnicos, sino ideológicos, para hacer un uso de todas estas herramientas con un sentido crítico y que así estas herramientas digitales se conviertan en extraordinarias herramientas de aprendizaje.

La enseñanza online, por otra parte, contribuye a deslocalizar y desatender las universidades de su entorno, ya que el estudiantado potencialmente global al que se orienta, convertido en clientela a todos los efectos, no pisa al territorio y tiende a priorizar aspectos globales, en detrimento de cuestiones territoriales de carácter social y cultural. Sobre todo, pongo por ejemplo la lengua propia de la comunidad en que están. En nuestro caso es muy evidente.

Y aunque se haya retirado el borrador del que usted habla —borrado—, quiero hacer algunas consideraciones respecto a la enseñanza dual. Creo que merece una reflexión profunda. Puede tener algunos aspectos positivos, pero no puede hacerse con la intención de una incorporación rápida al mundo laboral, puesto que este no es el objetivo prioritario de la universidad. Es diferente en la FP —ya lo hemos comentado también con la ministra de Educación—, que creemos que debe ser dignificada y revalorizada, y debemos ver cómo puede hacerse el traspase de un sistema a otro. Debe ser el sistema educativo el que decida qué estudios son realmente útiles y necesarios socialmente, y no que se realicen en función de las necesidades de las empresas.

También es preocupante el papel de liderazgo de las empresas en la selección del alumnado. Lo que ha pasado en la FP es que ha habido una aportación estatal de una beca a los estudiantes, y esto comporta que las empresas tengan trabajadores de manera gratuita, y solo un 2 % o 3 % de este personal en prácticas acaba convirtiéndose después en trabajador en la misma empresa. También creemos que debe hablarse de contrato de prácticas, y no de convenios.

Por otro lado, debemos considerar la universidad pública como eje vertebrador del sistema. Nos preocupa en estos últimos años el aumento de las universidades privadas, que conciben a su alumnado como consumidores de educación universitaria, y esto conlleva la degradación del valor del conocimiento por sí mismo. Cercenar la formación social en cualquier disciplina, sea del ámbito científico, del tecnológico, del social o del humanístico, constituye un riesgo real que, sin embargo, algunos pretenden minimizar al poner el foco exclusivamente en el beneficio mercantil de obtener un certificado universitario. Solo quiero indicar que el profesorado de las universidades públicas ha aumentado estos últimos diez años solo un 1,8 % y en las universidades privadas un 100,7 %. Esto nos da un índice de por dónde van las tendencias, y nos preocupa.

Solo desde la universidad pública, la investigación puede cubrir todo el abanico de investigación: la especulativa, la básica, la aplicable, la comercializable y, en particular, todas las demandas sociales que, en última instancia, la Administración debe detectar y priorizar, más allá de criterios de rentabilidad económica, reconocimiento académico y pensamiento hegemónico. Necesitamos que la universidad no sea la que se adapte a las necesidades empresariales —sí que trabaje conjuntamente—, sino que desde la universidad se impulse, junto con las instituciones públicas y también los agentes privados un modelo productivo innovador, inclusivo y sostenible. Nos están avanzando que la pandemia será una broma con lo que va a llegar con la crisis climática. Por tanto, tenemos que poner los esfuerzos.

Usted ha hablado del profesorado. No podemos pensar en una universidad de calidad con precariedad en el profesorado. Además, tenemos que revalorizar la docencia. Es evidente que la investigación repercute en la docencia, pero este papel de la docencia tiene que ponerse encima de la mesa.

Para acabar, usted ha hablado de un pacto social por la universidad. Si realmente es dialogante, y nos podemos encontrar allí, pues allí estaremos discutiendo y aportando nuestras ideas. Moltes gràcies. Muchas gracias.

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