Isaias Rodriguez es actual embajador de la República Bolivariana de Venezuela.


LA FRONTERA VISTA DESDE EUROPA

En su editorial del 06 de septiembre el diario El País nos acusa de tener una frontera totalitaria, hermética y feroz como la de Corea del Norte. Maduro utiliza a Colombia para explicar el desastre de la economía venezolana. Una centralización fundada en ilusiones es la causa de todo. El subsidio a los alimentos es parte de esa centralización que cambió el discurso socialista para llamar “paramilitares” a los colombianos. Maduro señala y tumba las casas. No hay fórmulas de juicio. La frontera entre ambos países vive una crisis humanitaria y una locura xenófoba. Brasil, Argentina y Ecuador observan hipócritamente. A diferencia de Europa los refugiados los colombianos son obligados a regresar a su país.

La propaganda de España y El País contra Venezuela es algo más que turbia. Liquida las opciones para que los hechos sean racionalmente analizados. Le niega al lector el debate entre los hechos que le informan y la realidad. Su finalidad es mostrar instituciones que se desmoronan. La misma que los norteamericanos usaron para Irak. Idéntica a la de la austeridad como única opción contra la crisis económica europea. Igual a esa otra que -hasta la muerte de Aylan el niño sirio- mostraba a los refugiados como invasores en proporciones bíblicas aunque no llegaran al 0,065 de la población europea. Afortunadamente, la propaganda oculta la realidad pero no logra engañar a todos todo el tiempo.

Al igual que las élites colombianas El País es experto en cinismo. Para este diario así como para el hermano país el riesgo “es que te quieras quedar”. Hay un riesgo para los turistas y otro distinto para sus nacionales. Todavía hoy hay un riesgo que obliga a los colombianos a buscar su refugio en Venezuela y ella no se los niega. El 20% de nuestra población es colombiana y tiene los mismos beneficios sociales. Doscientos mil muertos y noventa mil desaparecidos ha sido el riesgo de quedarse en Colombia y ellos no son turistas.
La campaña contra Venezuela tiene como fondo mostrar el fracaso de nuestro modelo social y el supuesto éxito del colombiano. No solo El País; CNN, El Tiempo, El Nacional, El Universal y la revista Semana lo vocean a los cuatro vientos. Venezuela es culpable de albergar cinco millones de desplazados y excluidos llegados de Colombia. Colombia no es culpable porque es un país de economía sólida. Es verdaderamente extraña esta solidez de un país al que cuando le cierran un 10% de los 2219 kilómetros de su frontera muestra las costuras de un capitalismo mal hecho a través de misas y oligarquías.
No informa El País que en un par de semanas Venezuela ahorró un poco más de un millón de litros diarios de gasolina con el cierre de la frontera; ni que los alimentos reaparecieron en los mercados venezolanos; ni que los asesinatos se redujeron en un 100%; ni que las colas por fuga de productos venezolanos se pasaron al otro lado y el gobierno de Bogotá entró en cuenta que existía una ciudad llamada Cúcuta y hasta una resolución dictada por su Banco Central para destruir nuestra moneda con un “cambismo” embaucador. Los gobiernos de Colombia han sometido a ese país a un régimen desalmado. Han expatriado 9 millones de seres humanos y pareciera que para ellos la frontera existiera para que el hambre y las necesidades puedan ser encubiertas.
Pero aún más, España y Estados Unidos devuelven a los hermanos colombianos por “sudacas” y narcotraficantes; por delincuentes y prostitutas; por sin papeles y estafadores. En un solo año Estados Unidos deportó 20 mil colombianos y España les somete a un escarnio que los humilla. Pero así son las cosas, los maltratos, las separaciones familiares, las vejaciones, las violaciones de los derechos humanos son solo de Venezuela. Albergamos 5 millones de colombianos y somos los malos de la película. Sabemos que en Colombia la diplomacia estirada habla mejor que nosotros el inglés, pero hasta García Márquez debió emigrar porque, como en su novela, comenzó a vivir en carne propia la Crónica de una muerte anunciada.
Isaías Rodríguez



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