"Las fuerzas de izquierda deben hacer lo posible por fomentar redes que articulen los núcleos de resistencia cultural que hoy están dispersos; conformar un frente de pensamiento anti hegemónico bajo principios capaces de aproximar a personas y grupos de filiaciones políticas diversas, desde las más radicales hasta las de inspiración humanista."

Hacia la unidad de Nuestra América por su segunda y definitiva independencia
Tras más de cinco siglos de dominación foránea y lucha indígena y popular por su emancipación, por primera vez en la historia de América Latina y el Caribe sus pueblos han logrado una sustancial acumulación social y política, incluida la ocupación de espacios institucionales que los coloca ante la formidable oportunidad y el enorme desafío de desarrollar procesos de transformación revolucionaria o reforma social progresista.

En el primer decenio de elecciones y sucesivas reelecciones de gobiernos de izquierda y progresistas (1999-2009), la necesidad de transformar o reformar la sociedad desde los espacios institucionales recién ocupados, descuidó el desafío de construir hegemonía popular, única fuente de poder capaz de dotarlos de la fuerza necesaria para derrotar los predecibles intentos del imperialismo y las oligarquías criollas de restablecer su antiguo dominio monopólico del Estado, y la vacuna para inmunizarlos contra insuficiencias, desviaciones y errores que provocan desacumulación social y política.

En el tiempo transcurrido del segundo decenio de la actual etapa de luchas (2009 hasta hoy) es ese desafío el que dificulta el reconocimiento de la oportunidad para transformar o reformar nuestras sociedades. Donde las fuerzas de izquierda y progresistas perdieron el control del Poder Ejecutivo (Honduras, Paraguay, Argentina y Brasil) los pueblos arrecian la batalla contra la nueva oleada neoliberal, y se reorganizan para reconquistar los espacios perdidos. Y donde resisten la ofensiva destinada a cerrar los espacios democráticos y revertir las transformaciones sociales, en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua y El Salvador, nuestras fuerzas siguen trabajando en función de la transformación social por alcanzar su plena y definitiva emancipación, por construir un genuino sistema de integración regional, y por coadyuvar a la construcción de un mundo multipolar en el cual impere una correlación de fuerzas favorable a los pueblos.

Actualmente nos enfrentamos a una nueva fase de feroces ataques del imperialismo, la derecha y las fuerzas oligárquicas a su servicio, lo que hace necesaria una plataforma política desde la izquierda, que sirva de instrumento para reagrupar nuestras fuerzas en el espacio gubernamental, partidista, movimientos sociales e intelectuales con el objetivo de relanzar los procesos de integración latinoamericana y caribeña, que tienen en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) su espacio más preciado, y cuyo desarrollo y consolidación debe ser uno de nuestros objetivos estratégicos de primer orden.

En el 50 aniversario del asesinato del Che Guevara y en el Centenario del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre, no podría existir mejor homenaje que, junto a los análisis autocríticos, lograr la creación de un frente común continental antimperialista que nos conduzca a nuestra segunda y definitiva independencia, mediante la lucha popular y la profundización de los procesos de cambio progresistas y revolucionarios en nuestro continente.

Después de 27 años de vida, el Foro de Sao Paulo continúa trabajando para fortalecerse como espacio de debate, concertación y convergencia de la izquierda latinoamericana y caribeña. El documento Consenso de Nuestra América, en permanente elaboración, es una contribución a ese objetivo político de cara a la necesaria e indispensable unidad de nuestros pueblos en la lucha que nos toca librar.

Nuestra América en su hora decisiva
América Latina y el Caribe siguen siendo un escenario de lucha entre las oligarquías locales aliadas del imperialismo y los pueblos organizados en sus luchas patrióticas y antimperialistas, orientadas al socialismo.

Nuestro continente vive hoy momentos cruciales de su historia, en los que son cada vez más visibles los efectos de la crisis económico-financiera, política y moral del sistema capitalista. Las grandes economías están cada vez más presionadas por las crisis de sobreproducción y la saturación de sus mercados, lo que les genera déficit comercial, endeudamiento, tensión presupuestaria y precarización creciente ya no solamente causada por ellas fuera de sus territorios, sino dentro de éstos.

La globalización neoliberal fue diseñada y ha servido para favorecer a las potencias imperiales, que no han renunciado ni renunciarán a proteger sus fronteras ni a tener empresas rentables en todos los confines del mundo, sobre todo aquellas que extraen materias primas para su industria. Tampoco han renunciado ni renunciarán a derribar y eliminar las fronteras arancelarias del resto de países, ni a desestabilizar políticamente a nuestros gobiernos y erosionar la soberanía de nuestros pueblos. Otra cosa es el neoproteccionismo imperial impulsado por Donald Trump, con el cual se pretende modificar a favor de Estados Unidos– mas no suprimir – los términos bajo los cuales se han establecido las relaciones de dicha potencia con el resto del mundo en el marco de la globalización neoliberal que las potencias imperialistas han impulsado y lo seguirán haciendo.

Los ataques principales del imperialismo y sus aliados en América Latina y el Caribe son contra Venezuela y su Revolución Bolivariana, por sus valiosos recursos naturales y su importancia geopolítica y estratégica, de la que se desprende el criterio de que su derrota provocaría un efecto dominó en la izquierda gobernante latinoamericana y caribeña, sobre todo en los países integrantes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA- TCP), al tiempo que debilitaría los paradigmas de concertación política, cooperación e integración impulsados por los gobiernos de los países miembros de esta alianza. De ahí la importancia de defender a Venezuela e impedir la consumación de este plan.

La batalla por Venezuela es la batalla por el continente y por el mundo. El triunfo de las fuerzas revolucionarias en Venezuela representa el triunfo de todas las fuerzas de izquierda en el mundo entero y en especial, en América Latina y el Caribe. Siendo la Revolución Bolivariana el blanco de ataque principal del imperialismo y sus lacayos, el movimiento revolucionario y progresista latinoamericano e incluso mundial, no pueden hacer menos que tener como principal prioridad en sus planes de lucha y estrategias, la defensa de la Revolución Bolivariana hasta sus últimas consecuencias. Es por eso que este XXIII Encuentro del Foro de Sao Paulo ha tenido como contenido fundamental la BATALLA POR VENEZUELA.

Son bien conocidos los procesos desestabilizadores llevados a cabo por el imperialismo norteamericano a través de las oligarquías locales, en contra de los procesos de cambio progresistas y revolucionarios en nuestro continente. Los golpes de Estado en Honduras, Paraguay y Brasil; los intentos de golpe en Venezuela y la guerra económica contra este país; los intentos de golpe policial en Ecuador y secesionista en Bolivia; la amenaza de vetar el acceso de Nicaragua a los créditos de los organismos financieros internacionales, con la iniciativa legislativa de la ultraderecha estadounidense conocida como Nica-Act; la campaña de obstaculización y descrédito de la gestión del gobierno del FMLN; la judicialización de la política en Argentina, Brasil y El Salvador; así como las ofensivas y descontextualizadas declaraciones del presidente Donald Trump contra Cuba y más recientemente, con respecto a que Estados Unidos tomará acciones económicas fuertes y rápidas en caso de que en Venezuela se lleve adelante la Asamblea Nacional Constituyente el 30 de julio; los cuales son apenas algunos ejemplos del intervencionismo imperialista en nuestros países.

Pasado un año del golpe de Estado en Brasil, hay medidas adoptadas por los golpistas que tendrán graves repercusiones a nivel internacional, principalmente en nuestra región, como las reformas laborales y de seguridad social, que violan varios Convenios de la OIT; además de promover una política externa subordinada al imperialismo y agresiva contra el gobierno venezolano. El golpe es continuo y un paso más acaba de ser dado con la condena del ex Presidente Lula para impedir que sea candidato nuevamente a la Presidencia en 2018.

Un golpe contra uno es un golpe contra todos y estamos todos al lado de Lula, de su partido y de sus aliados en defensa de la democracia y contra el retroceso económico, social y político ahora vigente en Brasil.

Desde el triunfo de la Revolución Bolivariana en 1998, que inauguró la etapa ascendente para la izquierda latinoamericana y caribeña en la lucha por el poder, llegando a gobernar en diez naciones latinoamericanas, solamente en Argentina las fuerzas populares han perdido el gobierno por elecciones. Este es un hecho que demuestra de manera contundente la fuerza de los procesos de cambio en nuestro continente. Mientras tanto, en Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Uruguay y El Salvador los gobiernos de izquierda se consolidan cada vez más.

En Cuba avanza a paso firme la actualización del modelo económico y social y la consolidación del Partido como garante de la continuidad histórica del proceso revolucionario. En Nicaragua avanza la Revolución Sandinista en su segunda etapa, creando poder popular y reduciendo la pobreza y la desigualdad social en el marco del modelo de consenso y alianzas con amplio y sostenido respaldo de la población. En Ecuador tiene lugar la renovación creativa del proceso de cambios y transformaciones de la Revolución Ciudadana liderada inicialmente por el compañero Rafael Correa Delgado. En Bolivia la Revolución Democrática y Cultural ha alcanzado grandes logros sociales, lo cual fortalece el liderazgo del Presidente Evo Morales, postulado por los movimientos sociales para las elecciones de 2019 en el marco de la Constitución y las leyes, para asegurar la continuidad del proceso revolucionario. En Uruguay se prioriza en las políticas de gobierno, los aspectos sociales que han significado importantes avances en áreas como la salud, la educación, los derechos laborales, así como también en seguridad pública e infraestructura. En El Salvador la izquierda lucha por ampliar y consolidar la transición democrática iniciada a partir de los Acuerdos de Paz de 1992, y las transformaciones sociales y económicas iniciadas desde la llegada al gobierno en 2009 y 2014 por el FMLN, enfrentándose permanentemente a los intentos de la derecha oligárquica por revertirlos y/o estancarlos. En Venezuela a pesar de la crisis causada por las maniobras del imperialismo y la guerra económica contra el pueblo y el gobierno, las fuerzas bolivarianas han logrado mantener la iniciativa con la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente para la profundización de la Revolución Bolivariana y la defensa de la paz y la estabilidad en el país, que gradualmente va logrando salir de la crisis, pese a la imagen que en sentido contrario presentan los medios de desinformación.

Desde el inicio de la actual ofensiva imperial, la izquierda ha obtenido tres triunfos presidenciales: en El Salvador con el Profesor Salvador Sánchez Cerén en 2014, en Nicaragua con el Comandante Daniel Ortega en 2016, y en Ecuador con el compañero Lenin Moreno Garcés en 2017, dando continuidad al proceso de la Revolución Ciudadana. Esto y lo antes dicho refutan la tesis del “fin de ciclo progresista” en América Latina y el Caribe.

Debemos impulsar la más amplia y sólida unidad de las fuerzas progresistas y revolucionarias dentro de cada país y a nivel continental, y dar un salto de calidad en nuestros mecanismos organizativos, que nos permita definir una estrategia y programa conjuntos de todas las fuerzas de izquierda en el continente, sin lamentar reveses ni vanagloriarse de los triunfos, y siendo en cambio autocríticos y a la vez firmes defensores de nuestros logros, y profundizarlos con iniciativa y audacia.

Allí donde la derecha ha recuperado el gobierno, los pueblos están en pie de lucha y las fuerzas de izquierda y progresistas tienen muchas posibilidades de volver a gobernar en el corto plazo. La derecha no tiene otro proyecto que no sea el neoliberal, que tantos daños le ocasionó a los pueblos. Por eso – y tal como demuestran los hechos en Brasil y Argentina – la ferocidad de las medidas de la reacción en los países donde ha recuperado el gobierno está siendo un factor objetivamente causante de una radicalización de las fuerzas populares y de activación de sectores hasta ahora apáticos o manipulables, lo que se ve favorecido por la difícil situación económica y social en la que aún viven millones de latinoamericanos y caribeños, aquejados por la desigualdad, la extrema pobreza, el hambre, el desempleo, el analfabetismo, la falta de acceso a la educación y los más elementales servicios de salud, el consumo de drogas, la violencia, la discriminación y otros males sociales propios del capitalismo y agravados por el modelo neoliberal. Todos estos males sociales se acentúan ante la política de las fuerzas imperiales y oligárquicas que pretenden minar las bases sociales de la izquierda a través de la marginalidad y la banalización más atroz. La industria del entretenimiento se usa como droga para construir ídolos cada vez más deshumanizados y superfluos.

Como se expresara en la Declaración Final de la XIV Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA-TCP en Caracas, el 5 de marzo de 2017:

Los gobiernos y los pueblos del ALBA-TCP vemos en estos fenómenos una nueva oportunidad para la reagrupación, la movilización y la lucha. Debemos apoyar las acciones emancipadoras, fijar con claridad y realismo los horizontes, identificar bien los valores y principios que nos unen y asumir un programa de acción integracionista, solidario e internacionalista, que establezca las premisas económicas, sociales y políticas del cambio liberador.

Hoy más que nunca cobran vigencia las palabras del Che en la Asamblea General de las Naciones Unidas, citando la Segunda Declaración de La Habana:

Esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciente cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.

Porque esta gran humanidad ha dicho ¡BASTA! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia…

La Revolución Cubana abrió la era de la lucha continental por la liberación y el socialismo; veinte años después, la Revolución Sandinista revivió las esperanzas en la lucha revolucionaria e inauguró la época del derrumbe de las dictaduras militares proimperialistas de derecha en el continente; veinte años después, la Revolución Bolivariana fue el inicio de una ofensiva revolucionaria sin precedentes, en la que hasta una decena de países latinoamericanos llegaron a ser gobernados por fuerzas progresistas y de izquierda.

A poco tiempo de cumplirse veinte años de la Revolución Bolivariana, nuevos procesos de lucha se desarrollan desde el gran potencial revolucionario de nuestros pueblos. La única manera de enfrentar la ofensiva imperialista es fortalecer la unidad de las fuerzas de izquierda y profundizar los procesos de cambio social en marcha. Solo así lograremos alentar y encabezar la creciente lucha de los pueblos por mantener el terreno alcanzado y avanzar hacia nuevos triunfos populares a lo largo y ancho de la Gran Patria Latinoamericana y Caribeña.

La profundización de los cambios en marcha está en la creación de un nuevo modelo político y económico, en el que los ciudadanos no sólo elijan representantes y gobernantes, sino que decidan las políticas públicas, de Estado y de gobierno, tomen decisiones, definan el marco de acción de sus representantes y gobernantes electos, y controlen el desempeño de éstos y de lo que deberá ser una nueva institucionalidad desde la cual el pueblo, de esta manera, ejerza directamente el poder. Un modelo que en el ámbito económico, consista en la convivencia de la empresa privada con un nuevo sector económico de carácter popular, en el que los trabajadores puedan crear sus propios medios de producción, y donde el Estado sea garante de esta democracia económica complementaria para el desarrollo de las fuerzas productivas, la prosperidad con equidad social y la erradicación de la pobreza.

La profundización de los cambios está también en la estrategia de lucha por el poder, que implica no reducirla a la lucha electoral por el gobierno, incluyéndose en cambio las luchas sociales y la disputa por todos los espacios institucionales para su transformación e impedir que la derecha haga uso de ellos para revertir las conquistas sociales alcanzadas.

La concreción de un bloque político y social de los cambios para desplazar al bloque dominante debe tener en la clase trabajadora del campo y la ciudad (asalariados y los que no lo son) a su principal protagonista, acompañada de amplios y diversos sectores de la sociedad, incluyendo capas medias, intelectuales y progresistas, pequeños productores y empresarios. La defensa y profundización de los cambios sociales y la democracia requiere una base amplia de apoyo a éstos. La creación del nuevo modelo político y económico es parte indispensable en la construcción de una nueva forma de ejercer el poder.

Ese nuevo modelo político y social necesita un instrumento político que impulse el protagonismo popular y la construcción de una voluntad colectiva nacional y popular.

El respaldo popular a los gobiernos de izquierda se garantiza con un programa que conduzca a la creación de los sujetos económicos de un nuevo orden social, que a la vez sean los sujetos sociales protagónicos del nuevo modelo político basado en el ejercicio directo del poder por los ciudadanos en el marco de un proceso de transformaciones sociales impulsado por el instrumento político organizado, a través de la acción política e ideológica de sus estructuras en todos los ámbitos de la vida social y desde una nueva institucionalidad que sea expresión del ejercicio directo del poder por el pueblo.

Esto implica la necesidad del liderazgo revolucionario, que debe ser forjado y perdurar durante la instauración de los cambios sociales necesarios, en aras de contribuir al mayor grado de irreversibilidad posible para los procesos de transformación.

El Estado debe jugar el rol fundamental de dirigir y regular la actividad económica y por tanto, debe garantizar la distribución justa de la riqueza e implementar planes de desarrollo económico y social que gocen del respaldo popular y se articulen al proceso de integración regional latinoamericano y caribeño.

El ámbito cultural y comunicacional
Debemos crear un frente cultural y comunicacional anti hegemónico, que sume tanto los empeños de los gobiernos progresistas como los de las fuerzas políticas de izquierda y de los movimientos sociales. No es posible una revolución verdadera si no va acompañada de una profunda revolución cultural y comunicacional.

No puede perderse la memoria sobre la opresión que hemos sufrido los pueblos colonizados y neocolonizados, desde la conquista con el saqueo y la destrucción hasta los primeros zarpazos del naciente Imperio del Norte contra México, arrebatando a este país la mitad de su territorio, y de esto último hasta toda la historia de explotación de nuestros recursos naturales, intervenciones armadas, dictaduras militares impuestas por Estados Unidos y la continuación actual de la opresión imperialista mediante la acción depredadora de las corporaciones sobre nuestros países, cuya pobreza se origina en toda esa historia de latrocinio.

Esto se manifiesta en toda la crónica siniestra de las sucesivas intervenciones imperiales en Centroamérica y el Caribe, el apoyo a las dictaduras sangrientas, la gestación de golpes militares, el Plan Cóndor implementado por las dictaduras militares del Cono Sur, con su secuela de tortura y desapariciones, el empleo continuo del terrorismo, la guerra sucia contra Nicaragua en los años ochenta, el bloqueo criminal y operaciones subversivas contra Cuba y los demás países progresistas del continente, conforman un legado que no podemos olvidar.

En aras de ello, debemos utilizar las efemérides asociadas a esta historia para impulsar campañas, eventos, foros virtuales y otras iniciativas que nos ayuden a divulgar la verdad, libre de distorsiones y manipulaciones; así como estimular la elaboración de análisis críticos sobre “obras” y “figuras” dentro de los falsos ídolos y sobre las trampas del aparato de legitimación del sistema capitalista, desmontando y denunciando las manipulaciones.

Las fuerzas de izquierda deben hacer lo posible por fomentar redes que articulen los núcleos de resistencia cultural que hoy están dispersos; conformar un frente de pensamiento anti hegemónico bajo principios capaces de aproximar a personas y grupos de filiaciones políticas diversas, desde las más radicales hasta las de inspiración humanista.

Se requiere también de una modificación del discurso y del lenguaje político, basándolo en nuevos códigos, que incluyan un adecuado enfoque clasista, identitario y de género, que mantenga la honestidad, la comunicación directa y confiable con la gente, que sea capaz de auscultar y reflejar sus preocupaciones e intereses, y que contribuya al desarrollo del pensamiento independiente, comprometido con la transformación emancipadora. La defensa permanente de la verdad, es esencial en la actuación de la izquierda.

Es necesario impulsar la gestación de entidades de investigación y promoción que funcionen como aliadas de los movimientos sociales y progresistas de izquierda para influir en el campo de la cultura. Allí donde ya existan estas entidades, hay que potenciarlas al máximo, desplegándolas en los sectores intelectuales sin ningún tipo de sectarismo. Algunas de estas entidades pueden tener un papel activo en la producción de contenidos y en la generación de propuestas para encauzar nuestras ideas, teniendo en cuenta las enormes inversiones que ha hecho y sigue haciendo el Imperio para diseñar estrategias cada vez más sutiles al servicio de sus intereses.

Deben hacerse visibles figuras y obras que representen la cultura de la resistencia; hay que identificar los eventos culturales y programas donde pueden ser presentados y promovidos; desmontar las estafas del neoliberalismo y del capitalismo y promover las ideas de la emancipación con el apoyo de esa intelectualidad que la maquinaria hegemónica ha excluido. Nuestro reto está en sumar esa vanguardia y conseguir un uso eficaz de las nuevas tecnologías en función de la participación ciudadana y la defensa de causas e ideas verdaderamente justas.

Se debe conectar a los activistas de las redes sociales con aquellos que utilizan como vías de expresión de sus demandas las emisoras de radio y televisión comunitarias, de modo que la verdad vaya encontrando circuitos para darse a conocer frente a la gran avalancha de mentiras. Hay que incorporar a nuestra agenda los temas culturales y sumar a nuestra lucha, sin prejuicios, los esfuerzos de quienes enfrentan al discurso hegemónico en el campo intelectual, especialmente en la batalla mediática.

Es necesario utilizar al máximo las redes sociales, crear medios de comunicación alternativos en todos los formatos existentes (radio, televisión, redes sociales, prensa escrita), que en manos de los comunicadores sociales generen el debate sin manipulación, generen información desde firmes posiciones de izquierda alejadas de lo panfletario, que es estéril, pero con dirección política y contenido ideológico. Asimismo, procurar la penetración también en los medios de comunicación convencionales y comerciales, para incluir las voces progresistas y contrarrestar la guerra mediática de la derecha continental contra los gobiernos progresistas del continente. Se debe vincular esta tarea con el estudio de la historia y de la teoría revolucionaria, para estar así en condiciones de dar batalla en la lucha de las ideas, que es la más importante de las luchas revolucionarias.

Todas estas tareas constituyen exigencias de estos tiempos en los que tal vez como nunca, resulta decisivo diversificar las vías para llegar a las bases y multiplicar nuestra capacidad para – como nos dijera Fidel – “sembrar ideas, sembrar conciencia”.

Proyecciones generales a corto y mediano plazo
Es necesaria la movilización de las fuerzas progresistas y de izquierda, tanto a nivel político partidista como de los movimientos sociales, identificando los temas que puedan generar unidad en el más amplio espectro ideológico posible, con el objetivo de desarrollar una agenda de consolidación de la unidad de nuestras fuerzas y promover a la CELAC como el principal espacio de concertación política de la región.

Hay que avanzar en la concertación entre las fuerzas políticas y los movimientos de izquierda, que permita una acción coordinada en los foros regionales e internacionales y en el enfrentamiento de la ofensiva imperialista y derechista.

Deben ampliarse los espacios de concertación y cooperación con todos aquellos actores y organizaciones internacionales que desafían la hegemonía estadounidense y defienden un mundo multicéntrico y multipolar.

Se debe detectar, estudiar y aprovechar al máximo todos aquellos aspectos que constituyan debilidades del imperialismo y las fuerzas oligárquicas, así como sus propias contradicciones.

Tomando en cuenta que la libre circulación del capital, la falta de controles de la banca privada y la codicia de los dueños de las empresa y corporaciones ha permitido que en América Latina se evada U$ 340,000 millones de dólares, convirtiéndose esto en un enorme escándalo de corrupción del sector privado, invisibilizada por las corporaciones mediáticas, apoyamos la propuesta del gobierno ecuatoriano, de la creación de un organismo internacional tributario en Naciones Unidas, y reconocemos su esfuerzo ejecutivo y legislativo en la lucha contra los paraísos fiscales.

El compromiso con la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, aprobada en la II Cumbre de la CELAC efectuada en Cuba, en enero de 2014, debe guiar nuestra actuación internacional, así como la defensa de valores universalmente reconocidos en el derecho internacional y consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. Esto debe incluir un profundo compromiso antimperialista y por tanto anticolonialista, que reivindique el derecho a la independencia, a la soberanía y a la libre determinación de los pueblos.

Una amenaza o agresión del imperialismo contra alguno de nuestros países debe asumirse por cada uno como una amenaza y agresión a todos y cada uno de los que integran el frente continental de fuerzas progresistas y de izquierda, así como una afrenta y violación a la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz.

Ejes de movilización popular
Nuestra lucha es parte de la lucha mundial que desde diferentes formas hace frente a la ofensiva imperial de los Estados Unidos. En este sentido respaldamos y retomamos el reto de la reciente declaración de las bancadas de izquierda de Europa y América Latina.

Condenamos el fortalecimiento del militarismo en todo el mundo e instamos a los Estados Unidos y a Europa a terminar con las incursiones militares que desestabilizan a los países del Oriente Medio para apoderarse de sus recursos naturales, en abierta complicidad con los grupos terroristas, lo que tanta desolación y muerte ha llevado a los pueblos afectados y verdadero origen de la masiva migración a Europa de quienes huyen de la muerte y de la guerra llevada por la misma Europa a sus países.

Denunciamos el papel de la Organización de Estados Americanos (OEA) como Ministerio de Colonias de Estados Unidos, que desde la Secretaria General y de manera particularmente beligerante en los últimos años, se ha puesto siempre al servicio de los intereses injerencistas y se hace de la vista gorda ante múltiples atentados contra la democracia y graves violaciones de los derechos humanos por parte de los gobiernos oligárquicos y pro-imperialistas de América Latina y Estados Unidos.

Condenamos la guerra no convencional y de amplio espectro, económica y mediática contra Venezuela por parte de la derecha oligárquica venezolana que, estimulada por el gobierno estadounidense, está empeñada en desestabilizar y poner fin mediante el terrorismo, al gobierno democráticamente electo del presidente Nicolás Maduro, quien a pesar de la difícil situación que atraviesa su economía sigue destinando el 70% del presupuesto público al bienestar de su pueblo.

El Foro de Sao Paulo se declara en estado de alerta y en Sesión Permanente, en respaldo a la lucha del pueblo venezolano en defensa de la Revolución Bolivariana.

Nos solidarizamos con las fuerzas políticas y sociales que son reprimidas y perseguidas por el gobierno del Presidente Mauricio Macri.

Nos solidarizamos con la paz en Colombia y denunciamos el conjunto de acciones con las que la ultraderecha en aquel país pretende boicotearlos; los asesinatos sistemáticos de decenas de líderes sociales, defensores de derechos humanos, luchadores por la paz e indultados de las FARC y sus familiares por fuerzas paramilitares cobijadas bajo el manto protector del terrorismo de Estado; así como exigimos el cumplimiento total del Acuerdo de Paz, en especial la libertad de los presos políticos, quienes se encuentran en huelga de hambre hace veinticuatro días exigiendo el cumplimiento de la ley de amnistía. De igual forma respaldamos los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Exigimos la libertad de Simón Trinidad y Sonia, revolucionarios colombianos y combatientes de las FARC que guardan injusta prisión en Estados Unidos a pesar de que una tras otra han sido desenmascaradas las falsas acusaciones que se han hecho en su contra.

Exigimos la libertad de Milagro Sala, Diputada del PARLASUR, dirigente social argentina y prisionera política por defender los derechos de los sectores más humildes y postergados en su país.

Nos regocijamos con la libertad del luchador independentista puertorriqueño Óscar López Rivera, recientemente liberado de prisión gracias a la tenaz campaña internacional a favor de su libertad y a su férrea resistencia y su firmeza a toda prueba.

Apoyamos plenamente las movilizaciones de los trabajadores brasileños contra las políticas neoliberales y antipopulares del gobierno golpista y derechista de Temer, y a Lula en su lucha por la justicia social y la democracia, que ha desatado la furia de sus adversarios, quienes pretenden inhabilitarlo políticamente.

Nos solidarizamos con el pueblo y gobierno de Nicaragua, país que enfrenta actualmente la amenaza del veto de Estados Unidos en contra de su acceso a los créditos en los organismos financieros internacionales, como chantaje político ejercido por los sectores más reaccionarios del Congreso, el Senado y el gobierno estadounidense, estimulados por la derecha criolla con la vana ilusión de que como producto de ello, los dictados imperiales serán acatados por el sandinismo, cuyas raíces están en la victoriosa lucha de Augusto C. Sandino contra las tropas interventoras norteamericanas, y que cuenta con un aplastante respaldo popular y una correlación de fuerzas ampliamente favorable en todos los ámbitos de la vida política nacional.

Nos solidarizamos con el pueblo y gobierno de El Salvador, que ha logrado detener y comenzar a revertir la crisis económica resultante de dos décadas de gobiernos neoliberales, reducir la pobreza en 8% y aplicar un exitoso plan de seguridad, pese a estar sometido a una multifacética estrategia desestabilizadora que incluye el bloqueo económico a la gestión gubernamental por parte del partido de la oligarquía (ARENA) en la Asamblea Legislativa y de los magistrados a su servicio que controlan la Sala de lo Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

Luchamos por la gratuidad de la educación y el acceso a una educación de calidad; por una cobertura de salud universal, gratuita y de calidad; por la eliminación del hambre y la desigualdad en toda la región.

Rechazamos la criminalización de los inmigrantes, las políticas anti-inmigración y la violación de los derechos humanos y laborales de los latinoamericanos y caribeños en Estados Unidos. Apoyamos primordialmente la lucha por mantener los beneficios temporales de trabajo (TPS) que ayudan a cientos de miles de familias de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Haití. Repudiamos absolutamente las amenazas del gobierno de Estados Unidos, del Partido Republicano y de congresistas de derecha que pretenden extorsionar a estos y otros gobiernos para forzar el voto en organismos internacionales como la OEA, en aras del apoyo al intervencionismo de Estados Unidos, bajo la amenaza de eliminar los beneficios migratorios de esos pueblos. Abogamos por que el gobierno de México proceda a devolver los fondos de ahorro usurpados a los llamados “braceros”, trabajadores mexicanos que fueron empleados en Estados Unidos entre 1941 y 1964. Apoyamos un mundo sin fronteras en el que se priorice el libre tránsito de los seres humanos y no solo el libre tránsito de las mercancías. Por tanto, rechazamos los muros, en especial el que se pretende erigir en la frontera entre Estados Unidos y México.

Nos pronunciamos por la eliminación total del arsenal atómico que existe en el mundo, nos oponemos a la carrera armamentista y a la existencia de bases militares en territorio extranjero.

Rechazamos cualquier forma de racismo y discriminación. Impulsamos el ejercicio pleno de los derechos económicos, culturales, sociales y políticos de las mujeres, y la eliminación de la cultura patriarcal.

Demandamos la retirada de las fuerzas de la MINUSTAH que, siguiendo un mandato del antidemocrático Consejo de Seguridad de la ONU, mantienen ocupado Haití desde hace más de una década.

Condenamos el narcotráfico, el tráfico de personas y el terrorismo, y denunciamos la doble moral de un sistema que dice combatir al crimen organizado, mientras protege a sus grandes promotores y principales responsables. Defendemos el cultivo legal y el uso tradicional benéfico de la hoja de coca.

Condenamos las políticas antiinmigrantes y el terrorismo, y promovemos el reconocimiento a los migrantes como trabajadores, el reconocimiento de sus derechos laborales y el respeto de sus derechos humanos.

Nos solidarizamos con los pueblos que hoy enfrentan gobiernos de derecha en la región.

Proclamamos el derecho humano al agua, luchamos contra la depredación del medio ambiente, la amenaza a la biodiversidad y al ecosistema en general.

Apoyamos las exigencias de los pequeños Estados insulares del Caribe a ser resarcidos por los daños humanos de la esclavitud y a acceder a recursos que permitan su resiliencia frente al cambio climático.

Demandamos el levantamiento incondicional, total y definitivo del bloqueo económico, financiero y comercial del gobierno de Estados Unidos contra Cuba, y la indemnización al pueblo cubano por los daños y perjuicios causados por más de medio siglo de agresiones de todo tipo.

Exigimos la devolución al pueblo de Cuba del territorio ocupado por la ilegal base naval estadounidense en Guantánamo.

Apoyamos el reclamo histórico de Argentina sobre la soberanía de las

Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

Apoyamos a Bolivia en su reclamo de salida al mar con soberanía.

Demandamos la descolonización total del Caribe y apoyamos de manera particular la independencia de Puerto Rico, al conmemorarse el 25 de julio de 2017, ciento diecinueve años de la invasión militar estadounidense contra esta nación caribeña. Asimismo, nos pronunciamos por la eliminación de toda forma de coloniaje y neocoloniaje.

Exigimos la eliminación de todas las bases militares estadounidenses que existen en la región (77 en total, que junto a la IV Flota, cubren todo el espacio regional), y de todas las bases militares extranjeras de cualquier país, dondequiera que se encuentren.

Respaldamos el reclamo de compensación al Caribe por los horrores de la esclavitud y la trata de esclavos, así como al resto de América Latina por 500 años de saqueo a sus riquezas y a sus pueblos, que aún continúa.

Defendemos los derechos y las culturas de los pueblos originarios y afrodescendientes, y asumimos sus luchas para la restitución y ejercicio pleno de sus derechos históricos.

En este momento decisivo para nuestro continente enfrentaremos el desafío de profundizar los procesos de cambio en marcha como única manera de derrotar la ofensiva de la derecha y el imperialismo, fieles a nuestra lucha por la paz, la democracia y el socialismo, única garantía para alcanzar nuestra segunda, definitiva y verdadera independencia en lo político y lo económico, así como nuestra emancipación cultural y nuestra propia identidad continental latinoamericana y caribeña; la identidad, soberanía y autodeterminación de esta gran patria justamente bautizada por el Apóstol continental, José Martí, como NUESTRA AMÉRICA, que es el sueño de Bolívar cada vez más cerca de ser realidad.

¡Nuestra América en pie de lucha, HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!



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