El Partido Comunista de la Federación Rusa tiene 92 diputados de los 450 que componen la Duma y 12.599.507 de votos. Es el 2º partido de Rusia.


¡Acabar con el antisovietismo, desarmar a los enemigos de Rusia!

¡Estimados compatriotas, camaradas, amigos!

Nuestra Patria está enfrentando un terrible desafío. Muy cerca de nuestras fronteras arde el incendio armado fratricida. Nuestros “socios occidentales”, utilizando la situación que ellos mismos han creado en Ucrania, acusan a Rusia de lo que está sucediendo, articulando un frente unido contra nuestro país. Sus pregoneros hablan abiertamente de una nueva “guerra fría” y la necesidad de enseñar a los rusos a ser obedientes.

Se puede constatar que el experimento de obligarnos a caminar a la zaga de la globalización norteamericana ha fracasado. Tampoco está funcionando una Europa unida desde Lisboa hasta Vladivostok. Sobre las buenas intenciones de nuestros socios mejor es no hablar. Los EEUU y la Unión Europea se esfuerzan cada vez más evidentemente en negar a la Federación de Rusia el derecho a su soberanía estatal. Polonia se vuelve a convertir en un “pasillo”, a través del cual asoman las amenazas contra nuestras fronteras. La última Conferencia de Múnich también se ha destacado por el tono agresivo y la grosería de los halcones de la OTAN.

Al igual que hace setenta años, como arma en la lucha contra nuestro país se usa el fascismo. Pero en los años de la Segunda Guerra mundial la Unión Soviética y las democracias burguesas pudieron ser aliadas en la lucha contra la peste parda. Hoy en día, los estados burgueses más importantes recurren abiertamente al nacismo con el fin de lograr sus objetivos geopolíticos. Bajo su protección las semillas fascistas han germinado como brotes venenosos también en la tierra donde hace mil años se formó la Rus de Kiev, allí donde empezó la historia común de los rusos, ucranianos y bielorrusos.

Hoy son millones de ucranianos que quedaron envenenados por la rusofobia y la propaganda antisoviética. La repugnante ola del vandalismo pasó por muchas de las ciudades de Ucrania. El primer blanco de los rabiosos revoltosos banderistas es el fundador del Estado soviético. La destrucción de los monumentos a Lenin y de los símbolos de la historia y cultura rusas ya no se puede calificar como “movimiento desde abajo”, puesto que es bendecido abiertamente por representantes de los órganos del Poder.

Es precisamente esa bacanal la que refleja lo esencial de los acontecimientos en Ucrania. No hace mucho la expresó públicamente la ex ministra de educación en el gobierno de Saakashvili en Georgia, y actualmente cómplice activa de la Junta de Kiev. Su fórmula suena así: «Nuestro enemigo común es el hombre soviético”. Estas palabras son lógicas, ya que fue precisamente la sociedad soviética la que logró formar la inmunidad segura contra el nacionalismo desenfrenado y el fascismo. Ahora se apresura a erradicar esa inmunidad.

El antisovietismo y la rusofobia eran desde el inicio la lucha ideológica no solamente contra el sistema político en la URSS sino también Rusia como tal. Occidente veía en la Unión Soviética una doble amenaza. Por un lado, le aterraba el socialismo como alternativa al orden mundial capitalista. Pero, por el otro lado, le asustaba que ese país más grande del planeta llamara a construir un mundo nuevo. Durante muchos siglos sus espacios infinitos asustaban por su potencial, y sus riquezas incalculables atraían a muchos ya desde la época de los caballeros de la Orden Teutónica.

La URSS supo aprovechar en plena medida las potencialidades dadas por la naturaleza y las generaciones de los antepasados. No se podía asfixiar a la potencia soviética recurriendo a las sanciones económicas. Tampoco la pudieron vencer usando armas las hordas hitlerianas. Pero fue socavada desde dentro al formarse la quinta columna de los disidentes antisoviéticos y los traidores declarados. El sabio Alexander Zinoviev que otrora estuvo en las filas de los disidentes reconoció francamente que el verdadero objetivo de quienes luchaban contra el comunismo era Rusia.

El antisovietismo furibundo se desbordó en el octubre sangriento de 1993. Para la banda de Yeltsin los Soviets de diputados populares eran el último obstáculo en el camino de la criminal privatización y la depredación de la propiedad de todo el pueblo. La incendiada Casa de los Soviets en Moscú, se convirtió en precursora del Jatyn de Odesa y de las operaciones punitivas en el Donbás.

La actual agudísima crisis en Rusia fue fabricada en los “laboratorios” de la CIA. Pero ella no pudo estallar sin que le prestaran ayuda los prooccidentales domésticos que levantaron las tres olas de la rusofobia y el antisovietismo. La primera ola destruyó a la URSS y la unión multisecular de los pueblos bajo el amparo de Rusia. La segunda ola bloqueó los procesos de integración e hizo nulos los intentos de restaurar el poderío de antaño. La tercera, provocó la guerra fratricida en Ucrania y el chantaje abierto de la Federación de Rusia por parte del Occidente que creyó que al fin ya se podría arrinconar a nuestro país. El nacionalismo banderista apoyado por los EEUU desató la guerra contra nosotros en Novorrusia. Si los nuevos führer no reciben allí una merecida respuesta, las bases de la OTAN se instalarán en cercanías de Járkov. Lo que significa ello para los ciudadanos de Rusia creo que incluso lo entienden Navalny, Nemtsov y otros lisonjeros de los norteamericanos.

A pesar de las lecciones trágicas recibidas en Rusia de hoy todavía se sienten cómodamente los antisoviéticos de toda calaña que asestan golpes contra la economía, la ciencia y la educación, la grandeza histórica de la Patria. En los medios impresos, en las pantallas de cine y televisión aparecen a menudo las repugnantes falsificaciones que pintan con color negro los logros de la época soviética, incluyendo la Gran Victoria.

Es difícil aceptar la situación cuando las cadenas de TV gastan dinero para propagandizar las ideas de los rusofobos agresivos y antisoviéticos. Una compañía de televisión grande ha desplegado hoy una campaña publicitaria y ha empezado a presentar un serial histórico con pretensiones a la verdad documental. El odio visceral de su autor -Nikolai Svanidze- hacia todo lo soviético y popular no deja lugar para la esperanza de la objetividad en la evaluación de los acontecimientos históricos. El propio Svanidze, siempre resulta la parte perdedora en los debates televisivos y le apoya sólo la minoría absoluta de los ciudadanos. Y cuando la opinión de un pseudohistriador es rechazada repetidas veces por la sociedad, no hay ninguna justificación para imponérsela a nuestros compatriotas y, sobre todo, a costa de sus impuestos.

Orgullosamente y por todo el país tienen que escucharse las voces de la naturaleza absolutamente distinta. Son voces de quienes tienen el aprecio del pasado, quienes guardan la memoria de las proezas históricas. Y es a ellos que no oyen muy a veces los funcionarios. En la antesala del aniversario de la victoria del pueblo soviético en la Gran Guerra Patria el Estado no tiene recursos ni incluso para filmar una película dedicada a la proeza de los soldados de Panfilov. Los fondos para filmarla se recolectaban por todo el mundo.

No solamente en Ucrania sino también en Rusia los monumentos de la herencia histórico-cultural soviética son blanco de las agresiones. Lamentablemente, hay muchos ejemplos de ello: desde el deterioro del monumento a Lenin en la estación de Finlandia en San Petersburgo en abril de 2009 hasta los últimos hechos de vandalismo en Novosibirsk. Pero todo empezó mucho antes, en los “turbulentos años 90”. Y sigue hasta hoy por la sencilla razón de que no recibe una respuesta contundente de las autoridades. Más, en varias ocasiones algunos de los representantes de las autoridades son iniciadores del traslado de los monumentos, del cambio de los nombres de las calles e, incluso, de la profanación de las tumbas.

Los señores de aspecto respetable con una tenacidad que sería digna de un mejor uso proponen incansablemente demoler el mausoleo Lenin y todo el necrópolis del muro de Kremlin, aunque saben perfectamente que allí están sepultados los restos de los mejores hijos de nuestro país del siglo XX, verdaderos héroes de la Potencia Soviética. Ello significa que no es vana su grandilocuencia. Tal es su opción vital. Sus llamamientos descubren la identificación entre los antisoviéticos rusos y los vándalos banderistas.

El antisovietismo es agresivo, insistente, ingenioso y, por consiguiente, contagioso. Sus bacilos incentivan a las autoridades a disfrazar pudorosamente el edificio del mausoleo durante los actos solemnes en la Plaza Roja. El mausoleo Lenin, testigo de los grandes acontecimientos, fue ocultado a los ojos de los ciudadanos incluso en el sagrado día del 70 aniversario del desfile militar del 7 de noviembre de 1941. El 9 de mayo de 2015, día del 70 aniversario de la Gran Victoria, esto no debería repetirse ya que a los pies del mausoleo fueron echadas las banderas de las huestes hitlerianas derrotadas. Ocultarlo en el sagrado Día de la Victoria es directamente ofensivo para los veteranos vivos o los que nos dejaron ya. Es humillante para todos nosotros, herederos directos de los héroes triunfadores.

El gobierno ya diseñó y adoptó el programa de celebración del 100 aniversario de nacimiento Solzhenitsin. Pero incluso los compañeros de lucha estimaban de una manera inunívoca la obra de ese escritor. Ellos le incriminaban las acciones dirigidas a “los éxitos individualistas con todos los accesorios provocativos”. Sí, la propaganda occidental le convirtió a Solzhenitsin en un ícono del antisovietismo. ¿Pero será suficiente el motivo para priorizar ese aniversario en comparación con el 200 aniversario del nacimiento del brillante maestro de la palabra I. S. Turguénev, o el 100 aniversario del desatacado escritor K.М. Símonov, el 150 aniversario del gran pintor V.A.Serov, o el 100 aniversario del genial compositor G.V. Svirídov? ¡¿Acaso el aporte de Solzhenitsin a la cultura rusa sea superior a la obra de ellos?!

Solamente dignificando los nombres verdaderamente grandes es posible esperar nuevos logros culturales. En vez de ello la cultura clásica rusa es arrinconada en el programa escolar. Tales valores como el colectivismo, que es tan natural para nuestro pueblo desde siempre y que lo salvaba en los tiempos más duros, se declaran como secuelas deplorables del pasado. Y en vez de los auténticos valores se imponen los sucedáneos liberal-occidentales. Previendo tal peligro el gran Mijail Shólojov, en el lejano año 1978 escribió a L.I. Brezhnev: «Uno de los blancos principales de la ofensiva ideológica en estos momentos es la cultura rusa, que constituye la base histórica, el principal acervo de la cultura socialista de nuestro país. Menoscabando el rol de la cultura rusa en el proceso espiritual histórico, tergiversando sus altos principios humanistas, negando su carácter progresista y la originalidad creativa, los adversarios del socialismo así tratan de denigrar al pueblo ruso como la principal fuerza internacional del Estado multinacional soviético y mostrarlo como impotente espiritualmente, incapaz para la creatividad intelectual».

Los adversarios del socialismo de los que habló Sholójov, hicieron su trabajo. Desbancaron a nuestro país a la vía de la degradación y descomposición. Pero no quieren tranquilizarse con ello. Las caretas han caido. No necesitan a una Rusia cualquiera que fuese: imperial, socialista o burguesa. Para defender nuestro derecho al futuro hay que dejar de torturar y denigrar el pasado de nuestra Patria. Además de las exposiciones dedicadas a los periodos de gobierno de los Rurik y los Románov se debe organizar una exposición no menos grandiosa sobre la época soviética. Hay que enaltecer los logros de nuestra cultura. Proponemos editar 100 tomos de la colección de obras clásicas rusas que lleguen a cada biblioteca y escuela. Llamamos a reanimar tales eventos excelentes como las jornadas y fiestas de la amistad de los pueblos.

Los niveles de la popularidad del poder actual, según los sociólogos, no deben alimentar la ilusión de que todo le está permitido. Ese anticipo de la confianza popular fue recibido en los días de la reunificación de Crimea y Sebastopol con Rusia. Y eso tiene su explicación puesto que la parte sana de nuestra sociedad todavía representa la mayoría. Está dispuesta a apoyar los pasos que correspondan a los intereses nacionales y conduzcan al renacimiento de la Patria. Pero mientras la carcoma del antisovietismo siga atacando la “vertebra del poder”, cualquier iniciativa útil puede ser enterrada o desacreditada.

El antisovietismo es la bandera de los traidores y derrotistas. Empuja a nuestro país hacia el abismo. Los inspiradores y los patrocinadores del antisovietismo hoy son las mismas fuerzas políticas foráneas que en los tiempos de la “guerra fría” con la URSS. La clase gobernante del Occidente imperialista nunca olvidará que durante más de medio siglo nuestro país era obstáculo en su camino hacia el poderío mundial. No nos perdonarán nuestro pasado socialista. Van a vengarse por la industrialización y la construcción de una potencia sobresaliente. Por el victorioso mayo de 1945 y el vuelo especial histórico de Yuri Gagarin. Por la creación de la paridad coheteril-nuclear y la ayuda prestada a los pueblos de Asia, África, América Latina que sacudieron el yugo colonial.

Nosotros, los comunistas, no ocultamos que en la historia soviética no todo era fácil. La vida real es diferente. Sobre todo, la vida de los pioneros, constructores de una nueva sociedad. Pero el PCFR llama a todos los ciudadanos de Rusia a recordar, proteger y defender contra todo tipo de ataques nuestro pasado heroico común. Estamos en la antesala del 100 Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. Rusia tiene todo el derecho a festejarlo con la misma amplitud que como en Francia se celebran los aniversarios de la Gran revolución francesa. Hay que reconocerlo ahora ya, en la víspera del 70 aniversario de la Victoria del pueblo soviético sobre la Alemania fascista y el Japón militarista. No es casual que José Stalin calificó aquel triunfo como victoria del sistema socialista. Y ese sistema nació en octubre de 1917.

En las filas del partido comunista hay lugar para el debate, existe la diferencia de opiniones sobre cuestiones concretas, pero no hay quienes estén dispuestos a renunciar a su patria, su historia y dignidad. Nos unen a nosotros el patriotismo, los ideales de la justicia y el poder del pueblo. Estamos luchando por el socialismo y lo entendemos así: es imposible si está separado de nuestra tierra, de la herencia creada a lo largo de los siglos, habitando una casa común el pueblo ruso y otros pueblos. Recordamos perfectamente las palabras de Alejandro Pushkin de que el irrespeto por los antepasados es la primera señal de la inmoralidad.

La ofensiva contra Rusia se desarrolla hoy en muchos frentes. Se usa cualquier medio: desde la presión económica y diplomática hasta las amenazas militares. Un importante papel juega la ofensiva ideológica e informativa. El aguijón de los rusofobos dispara abundante el veneno del antisovietismo. Su objetivo consiste en separarnos de las raíces y privar del pasado heroico capaz de inspirarnos a la lucha por un futuro mejor. El objetivo principal de la propaganda occidental es borrar de la memoria las grandes realizaciones de la época del socialismo. En vez de ello tratan de inculcar el complejo de vergüenza por sus antepasados, inculcar a los jóvenes el deseo de deshacerse de ella con la mayor rapidez.

Para sacar a Rusia de la crisis, para abrir los nuevos horizontes es preciso hacernos conciencia de la unidad de nuestra historia. Reconociéndolo, el Presidente de Rusia V.Putin de un modo lógico propuso asimilar lo mejor del pasado. El Patriarca Kiríl resaltó especialmente el aporte de los ciudadanos soviéticos al desarrollo de nuestro país. Cuando se toma conciencia de las verdades tan importantes, hay que actuar sin demora. Y hay que empezar por los institutos del gobierno y sus representantes. La carcoma del antisovietismo debe ser extirpada de ellos decidida e irrevocablemente.

En noviembre de 1941, en la hora de un peligro mortal, José Stalin llamó a seguir el ejemplo de los héroes patrióticos de todos los tiempos. Un patriota de verdad tampoco hoy puede renunciar a ningún logro de nuestra historia milenaria. En la lucha por Rusia están en nuestras filas las druzhinas de la Rus de Kiev y los regimientos del Estado de Moscú, las milicias de las provincias rusas y los grandes héroes de Suvórov, los soldados de Borodino y los héroes de la Guardia Roja que aplastaron la intervención extranjera de 1918-1922, y los valerosos combatientes de la Gran Guerra Patria.

Estoy seguro que el pueblo de Rusia defenderá audazmente su derecho al futuro y, por consiguiente, el derecho a la verdad sobre su pasado. Luchará independientemente de la posición que tome la cúpula gobernante. Nuestro pueblo multinacional seguirá defendiendo el derecho de sus hijos y nietos a vivir en un país que no necesita lecciones impartidas desde otro lado del océano. En un país que no sea un comedero de la oligarquía global. En un país que apoyándose en su gran historia determine por sí mismo cómo tiene que ser. No dudo que los jóvenes de Rusia desean vivir en la tierra de sus héroes y entusiastas, no en la tierra de traidores y drogadictos.

Frente a un peligro exterior es el momento de que todos reconozcan: el antisovietismo es una forma de la rusofobia, y los que combaten contra la historia soviética son enemigos declarados de Rusia. Para el antisovietismo solamente hay un lugar: en el basureo de ideas perniciosas, destructivas y podridas. Ellas no deberán envenenar nuestra vida cotidiana. La sociedad rusa debe respirar aire limpio y fresco. ¡El país necesita un ambiente sano del orgullo por las gestas de sus antepasados, la fe en el futuro, un ambiente sano para la creación y el progreso!

Respetuosamente,

Guennadi Ziuganov

Presidente del CC del PCFR



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